De sus fatigas. Puerca tierra by John Berger

De sus fatigas. Puerca tierra by John Berger

autor:John Berger [Berger, John]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1979-01-01T05:00:00+00:00


A partir de Santa Lucía

empieza a alargar el día.

No volvió ni el trece ni el veintitrés de diciembre. Los días se fueron haciendo más largos.

Por fin el tiempo se entibió. Mi circulación mejoró. La sangre del viejo que reacciona un poco con el sol. Florecieron los manzanos, se plantaron las patatas, las vacas salieron a los pastos. Se segó el heno. Un atardecer que el valle, lleno de nubes y brumas desgarradas, presentaba ese aspecto suyo que recuerda a la colada de los condenados, me dije: el próximo día que haga bueno subiré a Nimes a coger arándanos.

El cielo estaba despejado, y su calma se prolongaba allende las montañas más lejanas, cuyas cumbres se veían coronadas de nieve. Los arándanos crecen en donde se acaban los árboles, normalmente en las laderas que miran al este o al oeste. Las que miran al sur tienen demasiado sol. Mi madre solía secar ramos enteros de arándanos con hojas y todo para dárselos a las vacas cuando tenían diarrea.

Desde la ladera en la que empecé mi búsqueda, veía el chalet de la familia Cabrol, un poco más abajo a la derecha. Este chalet me sobrevivirá por poco tiempo, pensé. Debe de hacer años que Henri y Edmond no lo utilizan ni lo cuidan. En lugar de subir las vacas hasta aquí arriba, alquilan pastos más cerca del pueblo. El tejado está agujereado y hay que cambiar algunas de las tejas. Entrará la nieve, y las vigas acabarán pudriéndose; un día se hundirá uno de los extremos del armazón. Al invierno siguiente tendrá el aspecto de un naufragio; el viento, la nieve, la pendiente, corroen la madera igual que el mar y las olas, y el sol del verano la quema hasta volverla negra.

La Cocadrille utilizaba un peine para recoger los arándanos. Cuando éramos jóvenes no existía. Parece la zarpa de un oso, y está hecho de madera y clavos. Arranca las bayas entre cada una de sus garras, y cuando trabajas con él vas diez veces más rápido que arrancándolas una a una entre el índice y el pulgar. Lo coge todo: todo lo que pasa entre sus uñas lo retiene en su zarpa de madera. Junto con los arándanos maduros se lleva otros todavía verdes, hojas, ramitas, pequeños caracoles blancos y los pedúnculos de las flores. Más tarde, para separarlos, pones una tabla inclinada perpendicular al suelo, la mojas con agua, coges un puñado de los arándanos recogidos y lo echas de modo que resbalen por la tabla; las bayas rodarán hasta el recipiente que tengas para recogerlas, y la mayor parte de las hojas y las ramitas y la hierba y los caracoles se quedan pegados a la madera.

La Cocadrille colocaba la tabla detrás de la casa del peón caminero, en la cornisa que se asoma sobre el barranco. Es una operación tediosa si la realizas solo. Lo mejor es que una persona vaya dejando rodar la fruta por la tabla y otra vigile el recipiente en donde cae para recoger los arándanos verdes que no se han quedado pegados a la tabla.



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